Las vacaciones forzadas que ha tenido el matacán por razones ajenas a nuestra voluntad, no ha sido óbice para estar al loro de la actualidad informativa en Carmona. Entre ella, la referencia a las fosas comunes halladas, o más bien denunciadas, en el solar que ocupaba el antiguo cementerio municipal anexo al ex convento e iglesia de Santa Ana, hoy centro cultural, o más bien espacio escénico sanmolontrópico (busque en google sanmolontropo). Este hecho nada tiene que ver con los restos de caracoles romanos encontrados esta semana bajo el subsuelo del barrio de San Blas, que se unen a los centenares de miles hallados hace veintidós años junto a la iglesia de San Felipe en las llamadas galerías romanas, lo que demuestra que Carmona está encaracolizada desde hace milenios. Carmona Patrimonio del caracol, pudiera añadirse a la candidatura que espera en la cola de la larga lista de aspirantes al título universal. Ojalá lo podamos ver, pero mucho me temo que, dada la situación en la sala de espera, la mayoría de los promotores asistirán como momias al acto de proclamación.
Al margen de caracoladas, lo de las fosas comunes de Santa Ana es un auténtico despropósito, se mire por donde se mire. Que un vecino denuncie la existencia de restos humanos que afloran a la intemperie de un solar, dando cuenta a arqueólogos y responsables municipales, y que nadie los detectara ante sus propias narices sólo tiene nombre en sus diversas categorías: negligencia profesional, negligencia empresarial y negligencia política. Y más aún cuando de antemano se conocían por informes oficiales que el lugar era proclive a la aparición de osarios con posibilidad de tener relación con hechos luctuosos del genocidio del golpe nazi-franquista en aquel doloroso verano del 36 en Carmona.
Los diferentes comunicados oficiales de los máximos responsables del desaguisado asunto de las fosas no convencen ni al más tonto de todos los tontos del término municipal, incluidas urbanizaciones. Pero lo peor no es el hecho de que el suceso les haya cogido a contra pie y fuera de juego, sino que, además, conocida la situación, no hayan pedido responsabilidades a diestro y siniestro, con el agravante de hacer mutis por el foro y regocijarse de que el pabellón de deportes proyectado será pronto una realidad. Pues hete aquí, que no todos estamos en la misma onda de anteponer ladrillos, parqué y deporte, a la dignidad del descanso eterno de nuestros antepasados, sean de la época que sean, de su condición social o de su ideología. Una breve demora, un exhaustico control y algo de sensibilidad, hubiese sido los más acertado.
El matacán dispone de la información completa, hasta el día de hoy, jornada a jornada, del proceso de actuación llevado a cabo en esa parcela cuyo subsuelo sirvió de última morada para centenares de paisanos. Después de un mes de excavaciones en el recinto, todo está preparado para iniciar el encofrado del subterráneo en cuya superficie se dispondrá de instalaciones modernas para la práctica deportiva. En un rincón del mismo, los restos de dos fosas con decenas de cadáveres esperan el estudio institucional que aclare su historia, gracias a la denuncia de un vecino. En el resto del solar, las máquinas no dejaron vestigio alguno. Sin embargo, entre los montones de escombros sacados de las entrañas de Santa Ana, los restos óseos afloran como gritos desgarradores contra los hombres que permitieron tal indignidad por intereses espurios. Sólo falta nombre para el pabellón: el de los huesos.