EL MATACÁN: Luces y muertos

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Luces y muertos


     Venía observando desde hace semanas cómo un grupo de operarios, con furgoneta incluida, ocupaban céntricas calles obstaculizando la circulación de manera reiterada y temporal; como estamos acostumbrados los automovilistas en Carmona, sea por labores de jardinería, floristería, pintura, poda, decoración medieval, faroleo, pancarteo, recogida de basura, reparto de pan, tren turístico, furgointernet … y menesteres varios, incluida parada a pie de cajero. Así lo creí dentro de la rutina, pero cuál fue mi sorpresa que el equipo obrero colocaba mástiles a diestro y siniestro, y posterior cableado aéreo eléctrico.

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     Nublado por la escena, repasé la agenda y no acerté a concretar festividad próxima que pudiese requerir argumentos de luminarias a mediados de octubre, salvo el Día de la Hispanidad. Por ello, mi curiosidad se vio satisfecha con la concreción de un joven que, subido al cajón de la camioneta, enlazaba alambres, cableado, amarres... de una punta a otra de calles y paseos: Son las luces de Navidad. Mi exclamación interior fue de órdago. Cómo es posible que a mediados de octubre se coloquen artilugios de fachada a fachada, de poste a poste, cual feria aldeana, y que permanecerán ahí hasta mediados o finales de enero. Casi cuatro meses con el nuevo cableado, como si no tuviésemos bastante con lo que cuelga todo el año. Pero, además -sin menosprecio a quiénes realizan el trabajo encomendado-, la disposición de anclajes, mástiles, vientos y cables dejan mucho que desear… hasta el uso de la cinta aislante y amarres en bancos públicos y en arboleda. Los responsables de velar por nuestro Patrimonio, o no se enteran o han perdido las propias luces a la espera que llegue la corriente de las fotovoltaicas de la vega.

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     No obstante, ante la voz crítica, y ya sin otra opción más que la de soportar el llamado impacto visual, surge el lado positivo del dislate: el aprovechamiento del montaje para iluminar a los muertos. Creo –no sigo la pista de tan fantasmagórica fiesta de importación-, que se celebra mañana mismo, y a la que llaman Halloween, vulgo Jalogüín. Así, las calles, pletóricas de luz, atraerían a gran número de turistas para contemplar a todo tipo de difuntos carmonenses, sobre todo, zombis; especie de muertos que siguen en pie a pesar de la disposición en Carmona de moderno tanatorio, rehabilitado cementerio, recién estrenados columbarios y hasta de dos necrópolis monumentales con tumbas que para qué te cuento. Qué pechá de muertos. Y no le digo nada de los vampiros… Sí, las pavanas, como se llaman aquí, en exclusividad, a los descendientes del conde Drácula y a los componentes de una chirigota que tengo ganas de que salga algún año por carnavales.

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    Pero, además, Carmona como ciudad patrimonial de la Real Academia Española (que no se enteren por el Ayuntamiento), emplea otras dos acepciones únicas para la palabra pavana: quiróptero insectívoro –murciélago- y lelo -sinónimo de carajote-. Así es de toda la vida, y no es de cosecha propia, qué más quisiera. Pues imagíne las principales calles carmonenses iluminadas durante este puente de los muertos con zombis y pavanas arriba y abajo asustando al personal. Seríamos referente mundial de Jalogüín, con premio especial al viandante que conjugue ambas especialidades: un zombi pavana. Para rizar el rizo, y aprovechando el cableado instalado, se podrían colocar enchufes en cada esquina para dar luz interior a aquellos que porten una calabaza. Toda una genialidad: zombis pavanas acalabazados, con patente municipal y exposición universal en el escaparate de Paco Vago.   


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