EL MATACÁN: Una batalla secular

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Una batalla secular


    Allá por mil seiscientos setenta y siete, un registro en La Notiçia de las Monjas de santa Clara de Carmona testificaba que el convento tenía “manifiesto el Santísimo Sacramento los tres días de carnestolendas”. Y añadía que, en su contemplación, hubo hermanas que llegaron al arrebato y al éxtasis. Rescato esta referencia histórica para aquellos desconocedores de la prehistoria del carnaval en Carmona, a los que aconsejo echar un vistazo a “De libertad incurable”, tanto a quienes no reparan en despotricar la fiesta como a los que la idolatran sin más. Carnestolendas y Cuaresma siempre enfrentadas desde tiempos remotos. Así lo expuso con gran maestría y dejó patente universal en 1559, Pieter Brueghel el Viejo, en su célebre óleo a contemplar en el Museo del Arte e Historia en Viena.


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     Al margen de la nostalgia didáctica, el paso del tiempo no pierde comba en esta singular batalla que, de una y otra parte, marcan territorio o, más bien, lo usurpan a modo de escaramuzas sobre el mapa del calendario. Esta observación llega a nuestros días, sin querer o queriendo -vaya usted a saber- con referencia de actualidad en el pasado Domingo de Carnaval en Carmona. De un tiempo a esta parte, se repite la leyenda: mientras máscaras y disfraces desfilaban por las calles a son de caja y bombo, otros instrumentos ponían musicalidad a la presentación de un cartel de Semana Santa con entrantes saeteros a gusto del cónclave levítico. Si se dispusiera de un balance estadístico local y cercano de tan mundana hostilidad, habría que señalar un cómputo victorioso para la doña, tanto en huestes como en triunfos parciales. De hecho, el más sonado en la reciente época, por parte de quién propugna la penitencia, fue la apropiación de las llaves, sin más, del Domingo de Piñata carmonense. Hecho que no llegó a considerarse ni tan siquiera como una digna capitulación, sino una deserción sin paliativos por parte de la soldadesca carnavalesca.



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 Desde entonces, la estrategia de la dama de la abstinencia –venida arriba- recibe aliento de un aliado con armas más que suficientes para proseguir en su invasión territorial: el poder municipal adicto al universo clerical. Los resultados están a la vista: arrinconados en una nave industrial y reciclados como empresa de servicios, la mesnada de don Carnal apenas mantiene posiciones en las trincheras. Todo lo más, el nuevo orden social carmonense le dispensa, en fecha puntual, un cutre letrero luminoso en la calle de San Pedro y tres colgaduras sobrantes de Navidad. Ni una promoción publicitaria en medios regionales de comunicación, ni referencia cultural del legado que duerme en el Archivo Histórico Municipal, ni atracción paralela a la fiesta… Y para colmo, aquellas máscaras que en marea bajaban del Real al Arrabal y subían desde el Paseo a la Plaza -reconvertidas hoy en olas menguantes- ya no acceden al casco histórico; su enclave por excelencia.



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Como no aguanto un exilio impuesto fuera de las murallas, me descongelo a lo Walt Disney, me hago Renacido, Soldado y… ¡Vámonos de carnaval!  Recobro la bulla nocturna sobre el viejo tablao de la Audiencia, la Chochada en la caseta de la Cultural, el Arroz Turístico en la Puerta de Sevilla, la Esparragada en Plazarriba, los bailes de disfraces en el subterráneo del viejo Forum y en la dieciochesca casa palacio Puerta de Córdoba. Como en Venecia, las máscaras dieron y dan prestigio a toda la ciudad histórica y viceversa. Lo hemos soñado y lo hemos vivido. Mañana, Miércoles de Ceniza, toca hábito penitencial. Abrumado, rindo honores a los pies del invicto guerrero carmonense Urbano X.





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Imágenes:

1.- El combate entre Don Carnaval y Doña Cuaresma (1559). Pieter Brueghel el Viejo.

2.- Pierrot and harlequin (1890). Paul Cézanne.

3.- Cartel de Carmona (1984). Manuel Díaz Morón.

4.- Arlequín con espejo (1923). Pablo Picasso.

5.- Fotocomposición sobre Batalla entre el Carnaval y la Cuaresma (1634). Jan Miense Molenaer.