Carmona, alma mater de imagineros

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Con texto 1


Miguel Ángel Valverde, imaginero de pasión


     Buscar el taller de un escultor por los alrededores del antiguo Campo de la Paloma, próximo a la Necrópolis Romana carmonense, y localizar al artista en plena faena de limpieza de un solar, no es lo normal, pero así fue el encuentro con el imaginero Miguel Ángel Valverde. Sin cita previa, lo abordarmos en su escenario natural y con la complicidad de lo imprevisto; en el mismo enclave histórico, ya urbanizado, en el que jugara de niño con el barro, haciendo figuritas hace cincuenta años… “Los hacía sin cocer, los pintaba… Y me decía mi tío: Tú sigue así, que aquí había un muchacho, Buizita, que estaba en los Salesianos, y llegó lejos. Hizo el Santo Entierro, la virgen de Santiago… Me inculcaron la figura de Buiza”.  


Contexto 2   Así conoció Miguel Ángel la primera referencia de la estirpe imaginera de Carmona. “Buiza y Eslava fueron mi alma mater. Dos estilos distintos”. Y matiza: “Mi pasión estuvo siempre con Buiza; mis primeras pinceladas tienen sus trazos. Al igual que las de Eslava: Un virtuoso con las dolorosas, y exquisito en el modelado de sus manos”.

   Ambos imagineros paisanos presiden su taller en sendas fotografías. Pero hoy toca hablar del presente, del escultor, de Miguel Ángel Valverde, que nos abre la puerta de su templo en el que irrumpimos con los ojos y las sensaciones de la añorada aula didáctica, donde un impresionante crucificado domina la amplia galería de trabajos. A escasos metros nos sentamos, cual soldadesca en el Calvario, a conversar.


Contexto 3               "Llevo 23 años en la profesión, y la ilusión la mantengo intacta desde el primer día. Ahora me encuentro maduro y me siento, con 53 años, igual que un niño con juguetes cuando me llega un encargo”. Así responde Valverde a la pregunta de cómo se siente en el proceso evolutivo como artista. “Estoy en mi camino, aunque todo depende del volumen de trabajo. Soy muy celoso de mi profesión, lo hago casi todo; retallado modelado… No tengo discípulos. La producción es lenta, y asumo todo el trabajo, hasta barrer el taller”.


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     Antes de encender un pitillo, lo acaricia con suavidad, como si se tratara de un trozo de barro al que hay que disfrutar en toda su dimensión. Entre calada y calada, se confiesa: “La escultura religiosa está por encima de todo… Disfruto tanto de la imaginaría… Es mi pasión”. De este fervoroso sentimiento, le pedimos a Miguel Ángel que elija una de sus obras. “Es complicado. El inconformismo va siempre conmigo, al que, a veces, hay que controlar, y que, en otras, me pasó factura. Hay obras que con el tiempo la saboreas más, a través de la experiencia, la madurez,  la observación de la anatomía…”

     Valverde no nos desvela su obra de referencia, pero sí el secreto que guarda en su interior: “En la escultura religiosa hay que conjugar la realidad del ser humano con la idealización para darle divinidad. En la imaginería la obra tiene que tener alma. Tiene que impactar y transmitir al creyente; dar pena, invitar a la oración, te tiene que llamar… Para realizar una obra imaginera de lo divino te tienes que acercar a Dios”.

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   Miguel Ángel, al tiempo que nos corrige sobre los ángulos en la toma de fotografías de sus obras, nos apunta acerca a los últimos trabajos: El crucificado, ya finalizado, “que tenía muchas ganas de hacerlo, y el primero de grandes dimensiones”, está a la espera de la entrega final; una Santa Catalina de Alejandría para Murcia, un San Juan Bautista y un Niño Jesús para Gibraleón, un San Juan para Don Benito… Y en una sala aparte, cual vestidor mariano, nos deslumbra con todo un tesoro artístico de vírgenes de gran belleza.

   Nos queda del encuentro con el imaginero el conocer sus proyectos y nuevas ideas, pero nos aclara: “Las circunstancias económicas han debilitado mucho nuestra profesión, tengo ganas de nuevos proyectos… pero serios”. No obstante, tras nuestra insistencia en conocer qué obra le gustaría realizar para dejar huella en Carmona, responde con un gesto de profunda interiorización: “Me gustaría hacer un Cristo en el momento de la crucifixión, en el instante en el que se impulsa a tomar aire. Lo tengo en mi mente”, concluye Miguel Ángel Valverde. 


Reportaje: La Revista.


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