Los carmonenses vivieron ayer uno de los días grandes del año, en el que el trasiego del personal apuntaba, desde las primeras horas de la mañana, la referencia festiva del Domingo de Ramos y el inicio de la Semana Santa. Los detalles matutinos recobraban con fuerza las pinceladas de nuevos colores del estreno de vestuario, acorde con la primavera, como si se quisiera acompañar a la naturaleza que brota desgarradora con el azahar como protagonista y las palmas de actrices secundarias.
La cita con La Esperanza, a las 17:30 de la tarde, cuando el sol aprieta aún con fuerza, en un día caluroso que se hizo sentir en medio de la bulla que busca el espectador para no perder punta por la Plaza del Salvador y certificar que la primera cruz de guía sale del templo para dar paso a toda una semana de pasiones, tradiciones y cultura. Así, el Ecce-Homo, de Pedro Roldán -magnificado en reproducción pictórica magistal en lienzo reciente del artista carmonense Fernando García- fue embajador de fe e imagen escultórica de academia por el foro romano camino de una carrera oficial con estación en Santa María.
El trasiego de público hacia el barrio de San Felipe, dejaba bien a las claras que los más fervientes capillitas señalaban el punto clave del encuentro anual de las imágenes titulares de La Esperanza con las seguidoras de Santa Ángela de la Cruz. Y así fue. Cuando la tarde comenzaba a declinar y las murallas del Alcázar tomaban tonalidad anaranjada, una excepcional marcha musical sonaba por la calle de las Hermanas de la Cruz tras el paso de Cristo en una interminable chicotá en subida permanente y sin descanso hasta la puerta de la casa donde decía el poeta que "existe un pedacito de cielo". Y para corroborar romanticismo, el sol angelical de la tarde, puso imagen del encuentro en la esquina de la antigua calle del Mirador (hoy Sor Angela), al paso de la imagen junto al azulejo conmemorativo de honores. Como testigo, arriba en los más alto: la luna. Secuencias de imágenes que llegaron por todo el centro histórico hasta su entrada en la Plaza de Arriba, donde el paso de la Virgen de la Esperanza dejaba huella de luminosidad en cada esquina monumental, en su último tramo camino del Salvador.
Reportaje fotográfico: La Revista.