Pocos atardeceres, a la largo del año, tienen la magia como la del Miércoles Santo en Carmona. No se trata de poner en valor típicas expresiones poéticas al uso para adornar crónicas cofrades, porque son tan contundente y reales las imagenes que ofrecen los pasos de la Quinta Angustia, cuando el sol apunta desde Poniente, que hay que estar ciego para no recibir tan seductor lienzo donde se funden Arte y Naturaleza.
Los protagonistas de estas escenas sensoriales son, el misterio del Descendimiento, del "inteligente obrero carmonés Antonio Eslava Rubio" -como decía la reseña periodística local en su época juvenil- y Angustias, de Castillo Lastrucci, además de todo un elenco de piezas orbefres, que son los tesoros más venerados por los cofrades del huerto del San Francisco. Desde allí, con una luz natural inimitable por ciencia humana, la hermandad inició su estación de penitencia por la plaza que lleva nombre del hermano imaginero, cuyos restos descansa en la capilla del exconvento franciscano.
Cumplida la misión popular de subir al madero para desenclavar a Jesús , el paso del Descendimiento fue barco para el que anduvo en la mar. En silencio, con la suave brisa que movía las velas de sábanas blancas, atravesó los arcos de la Puerta de Sevilla; en maniobra ajustada a los sillares de la que dio buena cuenta la estirpe costalera de San Francisco.
Con la proximidad del Virgen de las Angustias, las páginas históricas de la hermandad nos hacen reflexionar sobre coincidencias y efemérides, como los sesenta años de la creación artística de la titular, con hechura de Castillo Lastrucci. Curiosidades, o algo más: dos obras de arte en la misma procesión. La primera que realizara su alumno Antonio Eslava en su trayectoria escultórica y la última que creara su maestro como imaginero.
La marcha musical "Amargura" pone notas de campanas en el portal del Palenque. La Quinta Angustia hace entrada en la ciudad vieja bajo un palio transparente que deja pasar los últimos rayos de la tarde. Hora de encender candelería apagada por el viento, de cambios en la cuadrilla y marcar itinerario rumbo a la prioral para la oración del año jubilar. Queda a la vuelta, la nueva despedida por San Pedro, del santo pasiano, Juan Pecador, a los sones de la marcha "Virgen de las Aguas".
Casi entrada la madrugada, el sentimiento del nazareno bajo el antifaz llega a su plenitud cuando el barrio de San Francisco estalla por Tinajería y Tahona. Desde azoteas, balcones y zaguanes, los vecinos no se reprimen en piropos, mientra la saeta acalla a la multitud. La petalada llega a cubrir el palio que, hasta ahora. mostraba su singular transparencia. El aplauso acaba con la recogida del Descendimiento en una penumbra de recuerdo conventual en la humilde capilla del barrio.
Reportaje: La Revista. / Miguel Angel López