El abogado y escritor Guillermo M. Palanco Puga, docente del seminario ‘Valores para un mundo con valor’, ha participado en los cursos de verano de la Universidad Pablo de Olavide en Carmona dentro del programa que dirige Pilar Rodríguez Reina, profesora del Departamento de Filología y Traducción de la UPO. El ponente, ha expresado en su disertación que “el silencio es una necesidad vital, pero no hemos aprendido a cultivarlo, sino a temerlo. Se asocia a la soledad otro terrible monstruo contemporáneo, aunque no tienen por qué ir necesariamente unidos”.
En opinión del escritor, hay que educar en el silencio, porque vivimos, para nuestra desgracia, en una cultura del ruido. Y España es un país que alcanza cotas de ruido muy elevadas”. Disfrutar del tiempo de la vida es otra de las cosas que se reivindican en este seminario, en contraposición al tiempo productivo. Según explica Guillermo, obviamos el placer que nos reportan las pequeñas cosas, como contemplar un paisaje, escuchar el trino de los pájaros o el rumor de las olas del mar… “porque vivimos en una sociedad que programa a sus miembros; no en vano, estamos rodeados de ordenadores y de tecnologías varias”.
Por otro lado, el orador también ha animado a cultivar valores como la paciencia y la constancia para que podamos ser conscientes de que las cosas no surgen de la noche a la mañana, sino que necesitan su tiempo; a veces, mucho tiempo. “Si uno quiere convencerse, puede dedicarse a observar algunas maravillas que nos ofrece la Naturaleza, como seguir el incansable y laborioso decurso de las hormigas, o visitar cuevas donde, por una acción incesante del agua durante, a veces, siglos, se forman increíbles y maravillosas estalagmitas y estalactitas”.
Por último, otro de los temas que ha abordado el docente es la relación con nosotros mismos. A este respecto, considera que debemos ser razonablemente exigentes con nosotros mismos, puesto que nuestro objetivo debe ser mejorar día a día, buscando continuamente la excelencia, “pero sin dejar de tratarnos, al mismo tiempo, con altas dosis de comprensión, si es que llegamos a fallar, lo que entraría dentro de lo normal. Pero, ante todas las cosas, también hemos de ser comprensivos con los demás. La compasión –que proviene de la comprensión- siempre ha reportado muchos más beneficios que el castigo”, concluye el escritor.