Carmona necesita entre otras cosas, aparte de una Sanidad digna, un cambio de marcha referida a su ritmo. La veo como muy anquilosada en el pasodoble y con hechuras y compases similares a los de la reciente boda del alcalde de Madrid. Salvo corrección -por falta de puesta al día en materia musical- no observo anuncios callejeros de discotecas o como se llamen ahora los antiguos salones de baile, también conocidos en su día como "boîte". Qué antiguo está usted, me dice el único vecino que queda en la calle. El único, porque los demás se fueron al exilio del extrarradio o al quinto pino, dejando la añorada morada para esporádico albergue turístico de fin de semana. Hombre, tampoco es que uno tenga carnet del Paleolítico, o necesite a estas alturas compartir estridencias, por no decir chirridos, de la mayoría de los actuales grupos musicales que, a tenor de lo que veo, más bien enaltecen cualidades acrobáticas y gimnástica que amores con Euterpe.
La historia se repite generación tras generación. La juventud demandó y demanda renovación de estereotipos en el ámbito del pentagrama; cuestión lógica de rebeldía permanente ante lo impuesto o heredado, en busca de nuevas fórmulas y caminos inexplorados. No obstante, aquella juventud, ésta y la que venga -salvo la de inteligencia artificial- es consciente de que lo bueno permanece y lo malo termina en la alcantarilla. Hablamos de música popular, la de rasgos creativos y sencilla en su concepto, distinta -con todos mis respetos- a la que busca, con idéntico calificativo, que sólo suene bien para captar con reiterado estribillo emocional, fama y dinero. Al hilo y en presente, un ejemplo de la primera proposición es la de Juan Manuel Serrat que consigue el galardón Princesa de Asturias de las Artes tras una vida dedicada a la canción y música popular. Serrat, aquel que no cantó el eurovisivo “La, la, la” en el Royal Albert Hall por cuestiones impositivas de la dictadura. Del “La, la, la” a “Mediterráneo”; todo un océano de por medio. Y entre una y otra: elija.
Como la actualidad manda, con referencia explícita al famoso Festival de Eurovisión, recibo ecos de aquella canción con versos preliminares e inconfundibles: “Toda una vida me estaría contigo / No me importa en qué forma / Ni como, ni donde, pero junto a ti…” Resonancia romántica para amores de libertad; una propuesta para un festival con denominación de origen y de nombre Carmovisión, al que pongo vitola patrimonial, sin jurados, votaciones o premios. El único, el disfrutar del amor de tu vida con banderas al viento.
Así, por la Avenida de Portugal (Alameda de Alfonso XIII) suena “Grandola, vila morena”, con voces de Os Ganhões de Castro Verde. Desde el Anfiteatro, “Bella Ciao” enaltece la rebelión de los esclavos gladiadores. Desde el Paseo, la vanguardia obrera resiste al envite de la ocupación militar fascista a los acordes de “A las barricadas”. Por la Avenida de la Democracia (Santa Ana), el “Canto a la libertad” llega como sunami de Labordeta hasta la Puerta de Sevilla. Desde abajo, “La Muralla” se abre a la rosa y el clavel, al corazón del amigo, a la paloma y al laurel. Y una vez dentro de la ciudadela, por Plazarriba, “Imagine” de Lenon resuelve dudas sobre las teclas de un piano: “Por encima de nosotros, sólo el cielo”. Músicas y letras para un festival Patrimonio Universal de la Paz.