Zapatero, a tus zapatos

     De buenas a primeras, no llego a localizar a muchos zapateros en Carmona. Bueno, ni muchos, ni pocos. En verdad, hoy sólo localizo uno; al que hace doblete al reiterar profesión y comercio: “El Zapatero”, sito en el muy violeta Paseo de San Antón. Quizás sea el último de Filipinas de una actividad laboral en extinción o, peor aún, desaparecida si echamos la vista atrás. No hace falta irse a tiempos de Plinio el Viejo –transcriptor de la famosa frase que pone título al presente matacán- para recordar como cada barrio carmonense disponía, no de uno, sino de varios profesionales del zapato. 

     Su oficio, mal llamado remendón, comprendía desde la reparación del calzado a su manufactura a medida, todo un arte en el dominio del cuero. A vuela pluma, recuerdo nombres tan familiares como “Angelito”, en el Postigo; “El Rubio”, en el Paseo; “Veintiocho”, en San Francisco; Tomás, en Vendederas; “Calzadilla”, “Frasquito”, “Zalagarda”, “Cajilla”, Bernardo, Naranjo … toda una legión obrera de mandil en accesoria de reducidas dimensiones, entre atmósferas seductoras de colas y betunes. Loor al gremio.

     La referencia pretérita no tiene el objetivo de propiciar el Día del Zapatero, sino de poner al día el dicho de “zapatero, a tus zapatos”. Aquellos artesanos se dedicaron a lo suyo; a que Carmona calzara lo mejor posible sin grandes pretensiones. Nunca abordaron otros menesteres o incursiones de oficios varios, como el afamado barbero sacamuelas. A decir verdad, comprensible labor dual por la falta de especialistas dentales de los que hoy abundan en cada esquina sin proponer un afeitado a la clientela. Avatares de la vida. Por ello, y al hilo del presente, me llama la atención el interés municipal por una recomposición del abanico de profesiones haciendo de ellas todo un collage que aborde diferentes tareas, lo que en la mercadotecnia se llama polifuncionalidad.

     Aclaro con ejemplos para no entrar en laberintos. A la Policía Local de Carmona, a la que siempre se le ha tildado de ineficaz -sin reparar en la realidad negativa y permanente de insuficiente plantilla- se le encomienda ahora nuevas tareas: Operaciones con drones, amaestramientos caninos, docencia en centros escolares, celadores de mascotas extraviadas, salvaguardas de felinos aventureros, transportistas de vallas para eventos… Y todo lo que se le ocurra al político de turno para gloria del Ayuntamiento. Sólo les falta al Cuerpo crear una banda de música municipal con prevalencia en pitos y escuadrón de caballería. La reconversión policial ha sido total: del pim, pam, pum de las armas disuasorias, a ser el pimpampum de barraca ferial.

     El “zapatero, a tus zapatos” tiene su razón de ser en el lenguaje universal. El maestro en la escuela tiene su función, no ejerce de policía en la calle. El policía, salvo en su academia, no ejerce de tutor en patio de recreo. El barbero en la barbería no implanta prótesis dentales. El modisto no sutura heridas en quirófano… Cada profesión parte de una imprescindible formación integral, reglada, evaluada, inspeccionada y respetada. Todo lo demás huele a fraude. La excepción está en la profesión de político, cuyo único requisito es el estar inscripto en el censo. El olor me llega de cercanías.