A Miguel Roldán Zafra

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A Miguel Roldán Zafra


     Hoy se cumplen cincuenta años de la tragedia que Carmona vivió en sus calles, cuando una manifestación cortó la carretera N-IV en señal de protesta por la falta de agua. Un muerto y dos heridos fue el trágico balance de un suceso que conmocionó a toda España y dejó una huella de luto en los carmonenses. Como homenaje a la víctima mortal, Miguel Roldán Zafra, y para que la memoria colectiva llegue a la generación más joven que desconoce los hechos o sólo los oyó de boca de sus mayores, rescato el artículo que escribí para "El Periódico de Carmona"  el 5 de agosto de 2004, en el que relaté la crónica vivida de manera personal aquel trágico 1 de agosto de 1974. 


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    La Carmona de 1974 venía arrastrando de años atrás una situación calamitosa por la falta de agua potable para sus habitantes. Barrios enteros no conocían lo que era surgir el agua por los grifos domésticos, y a los privilegiados domicilios que llegaba con cuentagotas les era insuficiente para cubrir las necesidades primarias. El vecindario sobrevivía, a duras penas, con la distribución callejera, caótica e intermitente de camiones cisternas (pipas), el acarreo a mano, en caballerías y en carrillos desde la fuente de la Alameda. La propiedad de un pozo particular era todo un lujo que salvaba a unos cuantos de una situación in extremis. El agua se aprovechaba hasta la última gota como si se tratase de oro.

     Pero todo tiene un límite, a pesar de que la población asumía la situación con una paciencia imperturbable. El cúmulo de quejas, de denuncias y de promesas incumplidas sobre la solución del problema alcanzó su cota más alta el 1 de agosto. La protesta surgió de manera espontánea teniendo como vanguardia a un grupo de mujeres del distrito que conforman las calles Mármoles, Vidal y Sevilla, que esperaban desde horas antes y cubo en mano, la llegada de la pipa. Así, a las 15:00 h. , las aguerridas vecinas se plantaban en el centro de la carretera N-IV, entre el nº 40 de la calle Sevilla y la Comarcal, y cortaban el tráfico, algunas con los recipientes en la cabeza, al grito de “queremos agua”.


     El hecho se propagó como la pólvora por toda la ciudad, y en las dos siguientes horas, centenares de mujeres y niños hacían lo propio en los puntos de confluencias de los barrios con intersecciones de carreteras. La presencia de hombres era escasa por la hora de trabajo, y porque desde un primer momento las manifestantes no querían la intromisión masculina por un más que probable enfrentamiento con la Guardia Civil. Después del cruce de la comarcal, fueron cortadas por las vecinas del barrio del “Tirri”, las intersecciones en San Francisco y Carretera Vieja; el de Brenes y Lora por las residentes en las calles próximas a la muralla; y el de la Puerta de Sevilla y Arahal por las de Barbacanas, González Girón y Casco Antiguo. Con ello, se hacía imposible la circulación vehículos desde cualquier vía de comunicación exterior, lo que produjo kilómetros de retenciones en todas direcciones.

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     Las primeras fuerzas del orden que se acercaron a las manifestantes fueron los números de la Guardia Civil del puesto de Carmona, que realizaron una labor de vigilancia y control dentro de la normalidad (estos mismos guardias sufrían el problema del agua como cualquier otro ciudadano) mientras las participantes expresaban su protesta a voces, incluso no faltaron detalles humorísticos en torno al acontecimiento. A las 17:00 h. , el capitán de la Guardia Civil de la compañía con cabecera en Carmona, llamó por teléfono al teniente de alcalde del Ayuntamiento carmonense, Francisco Ojeda, para comunicarle los hechos, respondiéndole éste que “ya los conocía y que se disponía a avisar al alcalde accidental”. El capitán de la Benemérita le contestó que “no lo creía necesario, pues a su juicio, con la presencia de cualquiera de los concejales bastaría para hacer desistir mediante razonamiento suficiente a los manifestantes de su actitud”.

     Dicho y hecho, los tenientes de alcalde, Francisco Ojeda y Eduardo Buzón, junto con los concejales Luís Zabala y Francisco Peña se desplazaron para dialogar con los manifestantes sin convencerles para que se disolvieran, aunque estuvieron cerca de conseguirlo en uno de los puntos conflictivos, donde el público comenzó a dispersarse y reanudarse la circulación que a los pocos minutos se interrumpió de nuevo. Mientras, en la Casa Consistorial a las 17:30 h., el jefe accidental del Movimiento, Manuel Rojas, comunicó los acontecimientos al subjefe provincial con el que mantuvo estrecha comunicación. A su vez, el alcalde accidental, Octavio Rodríguez, por ausencia del titular Blas Oliveros, llegaba al Ayuntamiento a la 19:00 h. desde su finca cercana a la ciudad y tras las dificultades de tránsito encontradas en el camino. Sus gestiones consistieron en ponerse en contacto con las autoridades provinciales, sin lograrlo. Tan sólo pudo hablar con Mauricio Domínguez, secretario particular del gobernador interino, a quien dio cuenta de los hechos.

     A las 20:30 h., una columna de refuerzos de la Guardia Civil, bajo el mando de un comandante llegaba en autocares a la entrada de Carmona junto al silo agrícola. A los pocos minutos, la orden de disolver la manifestación y restablecer la circulación en el cruce comarcal se ejecutaba de manera contundente a base de culatazos y con amenazas del uso de las armas: subfusil y metralleta, ya que los números de la Benemérita, en su mayoría jóvenes, no disponían de ningún tipo de material antidisturbios. La refriega continúo a lo largo de la calle Sevilla, rompiéndose definitivamente el corte del tráfico en el lugar. Conocidos los hechos, gran parte de las manifestantes de otros puntos procedieron a disolverse, manteniéndose firmes las que ocupaban el cruce de la Puerta de Sevilla. Aquí, el número se fue incrementando poco a poco, así como grupos de hombres, que ya habían salido del trabajo y que permanecían en las aceras de San Pedro, bajo la Puerta de Sevilla y en la rampa que conduce al Cenicero.


     La columna de la Guardia Civil llegaba a la altura de la iglesia de San Pedro sobre las 21:00 h., en formación militar y con subfusil en mano. Los primeros culatazos sobre las manifestantes, que inclusive fueron arrastradas por los pelos, soliviantaron a los espectadores que entre gritos de repulsa e insultos se contuvieron a duras penas, aunque hubo amagos de intervenir ante la contundencia de las agresiones. El repliegue de las manifestantes llegó hasta la zona próxima a la muralla, desde donde se lanzaron algunas piedras sin alcanzar a los guardias civiles, que ya mostraban en sus rostros un nerviosismo propio de inexperiencia para este tipo de intervención. La orden del uso de las armas, en línea de fuego, no tardó en llegar apuntándose indiscriminadamente a diferentes niveles con el resultado de una amplia ráfaga de disparos que produjo el pavor entre una multitud que corrió a refugiarse bajo los arcos y en la rampa del Cenicero. En la huida, muchos cayeron al suelo, levantándose de inmediato para buscar refugio. Tan sólo un hombre quedaba tendido boca a abajo sin poder levantarse. 

Lugar


 Algunos espectadores, amparados bajo el primer arco de la Puerta intentaron acercarse al herido sin resultado ya que, enfrente y a escasos metros, las metralletas seguían apuntando hacia el lugar, haciéndolos retroceder. Tras varias tentativas, y a pesar del peligro, un grupo pudo llegar a la víctima, y al comprobar que no reaccionaba y estaba ensangrentada fue recogida en la misma posición que se encontraba trasladándola a toda carrera hacia el hospital de San Pedro.       El clima de consternación se apoderó de cuantos contemplaron los hechos, que poco a poco fueron dispersándose, mientras la Guardia Civil procedía a restablecer la circulación de vehículos, a la vez que extendía un dispositivo de seguridad a lo largo de toda la vía con agentes armados a cada veinte metros. El parte facultativo del hospital de San Pedro, se conocía poco después: Miguel Roldán Zafra, sufre herida por arma de fuego que penetra en la región torácica, y probablemente interesa el hígado. Pronóstico grave. Enrique Rodríguez Valverde, de 15 años, herida por arma de fuego que penetra por región suprapúbica y que probablemente interesa la vejiga. Fernando Gil Rabadán, de 32 años; contusión parietal, provocada por una pedrada, conmoción cerebral. Pronóstico leve.

     A las 22:00 horas, el Pleno del Ayuntamiento cerraba una sesión en la que se recogían los sucesos, expresando el alcalde que, junto con el jefe local accidental del Movimiento, habían intentado comunicar con el jefe de la Guardia Civil actuante para requerirlo al inmediato cese en la acción emprendida y para que se personase en la Alcaldía, sin conseguirlo hasta el momento. El pleno terminó con la aprobación unánime de una propuesta del regidor suspendiendo la sesión ordinaria en expresión de condolencia por los hechos que están ocurriendo y reservándose todas las acciones legales que le correspondan para exigir responsabilidades a que hubiera lugar. Sobre esa misma hora, Carmona estaba ya prácticamente tomada por las fuerzas de la Guardia Civil, y los escasos viandantes que circularon aquella noche terminaron por recogerse antes de lo acostumbrado cuando una denotación se escuchó en las proximidades de la Alameda. La misma procedía de un arma que accidentalmente se disparó cuando un número de la Benemérita realizaba puesto de vigilancia en la vía pública, resultando herido, y corroborando el estado de nerviosismo que reinaba entre las fuerzas del orden.


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     La vida de Miguel Roldan Zafra estaba pendiente de un hilo tras la primera cura realizada en el Hospital de San Pedro de Carmona. Ingresado en la Ciudad Sanitaria Virgen del Rocío de la capital, y siendo las 23:40 h. pudo hablar por última vez con su esposa: “Chari, has visto, hija, has visto...”, fueron sus últimas palabras antes de ingresar en el quirófano y expresar su voluntad de comprar un ramo de flores para la Virgen de Gracia con los únicos veinte duros que llevaba en aquellos momentos en el bolsillo. Más de cinco horas duró una operación quirúrgica que necesitó de treinta y tres unidades de sangre y en la que Miguel sufrió tres paros cardíacos, saliendo de la intervención en estado crítico. Aunque a la familia le hicieron creer que se encontraba en la sala de reanimación, el hecho de que una enfermera amiga le entregara la alianza a la esposa, ésta ya presintió que su marido había muerto; un hecho que le fue confirmado horas más tarde, entre un mutismo absoluto de supuestos sanitarios que no se atrevían a dar más información sobre su muerte por que “se jugaban el puesto”.

     Los periódicos del día 2 de agosto recogían los sucesos de manera bien distinta. El ABC trataba el tema a media columna con el título; “Grupos de vecinos interceptan en Carmona la carretera general”. Y como entradilla: “Dos heridos graves al repeler una agresión la fuerza pública”. Por el contrario, El Correo de Andalucía sacaba el hecho en portada, con foto de apoyo, y como titular: “Manifestación en Carmona. Dos vecinos heridos por la Guardia Civil”. Asimismo, en la interior de la sección Región, el mismo diario ofrecía una crónica completa con reportaje fotográfico. Por su parte, el gabinete de prensa del Gobierno Civil sacaba una nota confirmando la muerte de Miguel Roldán, y señalaba en su versión oficial que la Guardia Civil se vio “atacada por un grupo de exaltados con pedradas” y que durante “un forcejeo, y de modo accidental, se disparó el arma de uno de los números de la Guardia Civil, cuyo proyectil hirió a dos de los allí asistentes”.


Voy final


     La consternación y estupor en Carmona fue mayúscula al conocerse la muerte de Miguel Roldán, y de indignación cuando fue conocida la interpretación de la máxima autoridad provincial sobre lo ocurrido hacía veinticuatro en la ciudad. Una sensación de impotencia se apoderó de los carmonenses que ya presintieron que la tragedia se vería envuelta en un halo de silencio y de complot para nunca esclarecer la verdad, pedir responsabilidades y que actuara la Justicia.

     Los familiares de Miguel Roldán permanecieron en la antesala del depósito de cadáveres durante todo el día, recibiendo, entre otros, el pésame del gobernador civil accidental Mariano Borrero, y del alcalde de Carmona, Blas Oliveros, que había regresado de vacaciones al conocer los hechos. Ambas autoridades también visitaron al joven herido, Enrique Rodríguez Valverde, que continuaba ingresado en el mismo hospital, donde le fue extraída la bala que tenía alojada en la región suprapúbica y su estado era satisfactorio. Hacia las 20:00 h. se personaron en el depósito de cadáveres del centro hospitalario las autoridades forenses para practicar la autopsia al cadáver de Miguel Roldán, de la que no facilitaron ningún resultado.

     Seis horas más tarde, sobre las cuatro de la madrugada del 3 de agosto, la familia de la víctima recibía la orden de trasladar el cadáver a Carmona. Tras el coche fúnebre, la comitiva estaba integrada por varios automóviles con los familiares y amigos del finado, e intercalados entre ellos, varios vehículos de las fuerzas del orden. Al entrar en la ciudad, la viuda de Miguel Roldán sufría un síncope al comprobar que el cadáver de su marido iba directamente al cementerio, pues pensaba que los trasladarían a su casa. La petición de desviar el vehículo para atender a la indispuesta no fue atendida por los mandos de las fuerzas del orden, llegando la comitiva al cementerio pasadas las cinco de la madrugada. Desde horas antes, el camposanto estaba completamente rodeado por miembros de la Guardia Civil. En el interior, esperaba sólo el enterrador. Una última petición de la viuda fue atendida, tras negarse a que el sepelio se realizara sin una misa de corpore insepulto, por lo que hubo que esperar más de media hora la llegada de un sacerdote salesiano que ofició el acto religioso y a continuación proceder a la cristiana sepultura del cadáver de Miguel Roldán. Poco después de las siete de la mañana, los miembros de la Guardia Civil dejaron de rodear el cementerio y se alejaron del lugar.


Casi

      La prensa del día continuó en la misma línea que en la jornada anterior. Mientras ABC, tan sólo transcribía la nota de prensa del Gobierno Civil y escuetamente la muerte de Miguel Roldán, el Correo de Andalucía sacaba en portada la foto del finado junto a su esposa en el día de su boda y con el titular: “Agua y no sangre”, que servía igualmente para un editorial de gran valentía y de solidaridad. El columnista comenzaba afirmando que: “Por vez primera durante la Paz de Franco, las tierras de Sevilla se han teñido con la sangre de un inocente...” Para continuar denunciando una situación social arcaica: “...Las amas de casa de nuestra hora , aún sin asociaciones efectivas que las aglutinen, ya no son las silenciosas mujeres de hace sólo unas décadas, siempre prontas para adornar sus balcones en las grandes festividades políticas y silenciosas frente a los abusos del estraperlo y la tragedia diaria de las cartillas de racionamiento”. El editorial proseguía afirmando que: “El hecho que recusemos abiertamente el sistema de encauzar una justa, justísima, manifestación de protesta, obliga a recusar igualmente, con la máxima energía, el procedimiento de desenfundar las armas y que de “de modo accidental” se disparen y una bala atraviese a dos personas...” Y finalizaba con un rotundo: “No, no es ésta la Paz de Franco...”

      Los ecos de los trágicos sucesos de Carmona llegaron a todos los rincones de España e incluso del extranjero. En Sevilla, numerosos taxis portaban ya el día 3 de agosto lazos negros en las antenas y puertas. En los talleres de Renfe en Santa Justa, se guardaban varios minutos de silencio en señal de protesta y luto. Numerosas cartas de entidades ciudadanas llegaban al Correo de Andalucía mostrando su indignación, como la remitida por la Junta Colaboradora Municipal de la barriada de Bellavista. A título particular centenares de cartas al director se aglomeraban en la redacción, hasta tal punto que fue necesario indicar la imposibilidad de atender a todas y pedir a los lectores que se abstuvieran de enviar más. Como muestra, el lector Francisco Valero dejaba constancia de su estupor ante lo sucesos en una misiva en la que, además de sugerir al gobernador civil una investigación administrativa del municipio e independiente de la obligada judicial, terminaba solicitando lo que muchos pensaban en aquellos momentos: 1.- Que presente la dimisión el Ayuntamiento y su alcalde. 2.- Designación por el Gobierno Civil de un alcalde provisional, mientras se aprueba en las Cortes la nueva ley que permitirá elegir a los alcaldes, acabando con el sistema de designación directa sin contar con el deseo de las poblaciones. 3.- Suministro gratuito de agua utilizando medios públicos, tales como militares, bomberos , etc. , a los sectores de economía más modesta. 


Ulti

      En Carmona, los sacerdotes leían el sábado y domingo una homilía en la que opinaban sobre los sucesos, señalando que “el pueblo tiene derecho a ser escuchado en sus justas peticiones” y estimando que “el uso de las armas mortíferas no debería ser el medio para restablecer la normalidad del orden público”. Los funerales por Miguel Roldán Zafra se oficiaron el día 5 de agosto. Al amanecer, aparecieron en las calles más céntricas de la ciudad gran cantidad de octavillas, calificadas por los medios gubernamentales de carácter subversivo, que fueron barridas inmediatamente. Al final de la mañana, llegaba a Carmona el obispo auxiliar, Antonio Montero, para visitar a la viuda y darle el pésame. A las ocho y media de la tarde, la iglesia de Santa María se encontraba abarrotada de público en un ambiente muy tenso para asistir al acto religioso que ofició el párroco, Francisco Márquez, acompañado por la totalidad de sacerdotes de Carmona y otros llegados de otras poblaciones. A esa misma hora, en la barriada Pio XII de Sevilla, se llevaba a cabo una manifestación de protesta, en la que los manifestantes arrojaron octavillas y se retiraron antes de que llegara la fuerza pública. 

    La repercusión de la tragedia de Carmona seguía aportando en días sucesivos nuevas muestras de solidaridad, como la realizada por medio centenar de españoles que ocuparon durante cinco horas el Consulado de España en Francfort. También los trabajadores de “Roca Radiadores” de Alcalá de Guadaira se sumaron a las protestas guardando varios minutos de silencio en la factoría. En esta misma localidad, se celebró un funeral y una manifestación, al igual que en Valencia. En Barcelona, representantes de varias asociaciones de vecinos firmaron un documento de reprobación, y más de 650 sacerdotes y seglares de diversas poblaciones de la diócesis de Sevilla, pertenecientes a los movimientos católicos de JOC, HOAC, JARC, Movimiento Junior, Movimiento Rural, y Unión de Clubs Juveniles, hacían público un manifiesto y denuncia con el compromiso de “explicar la verdad de lo ocurrido en Carmona y apoyar toda demanda judicial para que los responsables sean juzgados”.

Pinchar aquí: Texto íntegro publicado en el Periódico de Carmona (05.08.2004)


Fin