Una de las señales más evidentes del progreso de Carmona, nuestro pueblo, -lo de ciudad suena a pijería reiterada de neoplebeyos de rancia gañanía- es el cambio que poco a poco se ha instalado entre el vecindario en asumir las propuestas gubernamentales de los políticos locales, indistintamente del color. La referencia nos llega desde el ámbito culinario. De siempre se ha dicho que es mejor discutir con el estómago lleno. A lo que podríamos añadir: lleno, pero mejor de jamón que de caracoles. La inventiva de los ediles carmonenses para atraer turismo y, de paso, hacerse notar con foto al canto en la entrega de diplomas, placas, trofeos, medallas y premios a discreción, nunca ha sido muy original, más bien plagio de otros municipios. Y si le añadimos que la continuidad en la materia se interrumpe por mor del cambio de siglas en el poder, apaga y vámonos.
Tiremos de los recuerdos, porque, a veces, la memoria colectiva falla. Interesante fue aquella Ruta de las Tapas, de la que quedan pocos azulejos del simpático grifo camarero y de bares comprometidos con la causa, así como la desaparición del tapeo en fines de semana. Ahora la Ruta es de las Raciones y Medias Raciones. En este sentido hemos progresado, ya que con una tapa hay que reconocer que no se comía bien del todo. Nada de miserias en Carmona, ahora platos y contra más hondos mejor, al igual que las carteras. Aunque para evocar, el concurso de caracoles se llevó la palma en cuanto a innovación gastronómica. Pasaba uno por la calle y el sonido del lavado y posterior aroma del guiso eran atractivos suficientes como para chuparse los dedos antes de tiempo. Hasta tal punto fue la adicción al molusco –campero por su puesto- que no se podía pasar el mono sin el previo chute picante de vasito de caldo.
Los tiempos son los tiempos, por muchas placas pétreas que se instalen en paredes y pavimentos. O, lo que es lo mismo: Si te vi, ni me acuerdo, con referencias a nuestros notables regidores: José Luis, Enrique, José, Miguel, Sebastián, Antonio y Juan. Por cercanías, cada uno fue y va a lo suyo, o a la demanda del partido que le puso en la poltrona. Como llevamos más de cincuenta años sin dictadura local, otra cosa es la institucional, hay que reconocer que hemos avanzado muy y mucho. Una señal inequívoca es la casi desaparición de los caracoles; comida aldeana. Ahora, con rango de ciudad, el cambio ha sido total: el plato es de jamón. Pero no ese jamón del que te ponen en la tostá del desayuno con dos lonchas de tomate y chorreón de aceite. De eso, nada. Somos ciudadanos tricuatrimilenarios, por lo que no bajamos del ibérico. En la reciente mañana dominguera, sin ir más lejos, degustamos una docena de patas negras procedente del Valle de los Pedroches que, para empezar los festejos, no está nada mal a ocho euros plato, entre históricos cajones de 1844.
No es por meterme en camisa de once varas, pero la Ruta del Jamón se podría incorporar a los atractivos con denominación de origen carmonense. Le recuerdo que nuestro pueblo y su término, es el que concentra el mayor número de granjas porcinas de España. Son cochinos blancos, pero, al fin y al cabo, cochinos son con su par de jamones que, con un brochazo en cada cara, darían el pego al por mayor. En esto de dar el pego estamos ya acostumbrados por lo que no nos extrañaría nada ver a piaras de cochinos bajo las placas de las granjas fotovoltaicas produciendo biogás -energía renovable- de los excrementos porcinos. Tomen nota por si acaso encuentran en próximo etiquetado municipal: Electroporc D.O.