Si una imagen vale más que mil palabras, la que encabeza este artículo unifica a miles de voces coincidentes: De vergüenza. El escenario, por si no lo conoce: la puerta del ambulatorio carmonense ‘Virgen de Gracia’, dependiente del Servicio Andaluz de Salud de la Junta de Andalucía. Los protagonistas: usuarios que aguardan la apertura del mismo para hacer cola en busca de cita médica. Entre ellos, una persona mayor, sentada junto al alféizar en una silla plegable, soporta la espera con labor de ganchillos. Hace un frío que pela en hora aún de madrugada. No está allí en busca del billete para la excursión a Chochilandia, ni apuntarse a taichí y de camino entonar a coro ‘La vida es bella’. Ella sabe que la vida real no es tan bella como la pintan, ni como la venden, ni como la cantan. Es cosa bien distinta; es una lucha constante por la subsistencia. A lo mejor, hoy tiene suerte, y coge una cita médica para dentro de no se sabe cuántos días o semanas. Si la fortuna no acompaña volverá al día siguiente y continuará con la tarea de aguja y lana. Reitero: De vergüenza.
Desde esta tribuna hemos denunciado el grave problema que encabeza la larga lista de carencias sociales que tiene Carmona en la actualidad: La de la Sanidad Pública. Lo hemos manifestado también desde el compromiso activo, ante el Centro de Salud, frente al palacio de San Telmo, por las avenidas de la capital, junto a Marea Blanca y en las Plataformas de Carmona, la de ayer y la de hoy. Sea cual fuere la adhesión y la movilización, el deterioro de la Sanidad Pública va en aumento, sin visos de cambio a corto plazo. La pregunta surge, un día sí y otro también, entre los afectados que son mayoría en la población: ¿Qué hacer? Expresión interrogante reiterada por mi buen amigo libertario Facundo López a lo largo de sus memorias, cuando en busca de la supervivencia afrontaba calamidades en territorio cercano y más tarde en el exilio obligado por tierras de Francia y Alemania. La respuesta a la pregunta tiene diversas opciones en los momentos actuales.
Una alternativa podría ser la de continuar manifestándose por calles y plazas de Carmona, haciendo de caricato de una ‘caricatura’, tal y como el alcalde definió la lucha de su pueblo por una Sanidad digna para Carmona. Definición que tampoco merece réplica y pérdida de tiempo para discípulo tan aventajado de Incitatus. No obstante, no está demás, para general conocimiento, incluido adláteres de caballerizas, la rotunda frase de Bertolt Brecht: “El que desconoce la verdad es un ignorante; pero el que la conoce y la desmiente, es un criminal”.
Otra posibilidad de salvoconducto seguro para afrontar la realidad es la de contratar una póliza con una compañía privada, de las que, naturalmente, hacen negocio con la salud. Está en su derecho si dispone de fondos. No obstante, lea la letra pequeña del contrato, porque si la cosa es seria o lo etiquetan como mayor de edad, de seguro que termina compartiendo habitación con sus vecinos sin recursos en un hospital del Servicio Andaluz de Salud. Por ello, y tras reflexión oportuna abogo por seguir la iniciativa de la protagonista de la foto de la vergüenza: Sentarse en una silla plegable y tejer, como Penélope, el sudario hasta el final de la odisea. Si seguimos su ejemplo, el éxito está asegurado tarde o temprano. Eso sí, el despliegue del telar y los ganchillos hay que trasladarlos del ambulatorio a la carretera. A los más viejos del lugar les sobra valentía y experiencia. La Sanidad Pública se teje y se protege.