El barrio de San Francisco sigue presente aunque pasen los años. Aquel, cuyo eje rotaba en torno al convento de San Sebastián mantiene, siglos después, esencia popular gracias al mantenimiento de una humilde capilla que se hace catedral gracias a dos elementos vitales: La Hermandad de la Quinta Angustia y el gran tesoro que alberga; el misterio procesional del imaginero Antonio Eslava Rubio.
Para La Revista, este humilde espacio arrabalero tiene nombre propio: la "Casa de Antonio Eslava". Allí está su mausoleo y su emblemática obra escultórica, que desciende cada año para compartir con los vecinos confidencias de fe o de sentimientos. Vaya usted a saber. O coincidencias, como la de tener como albacea espiritual y biógrafo a la misma persona: Antonio Bermudo Salas.
Y la tarde de ayer, volvió a cambiar la claridad mañanera multicolor por una estampa gris plomiza, como viene haciendo habitual esta entrada de primavera; tan generosa en lluvia que nadie maldice su presencia. A la hora fijada por la oficialidad, el compás de San Francisco se convertía en epicentro de un magma humano que no quería perderse una página más de su historia. Allí estaban los de siempre, los que de niño jugaban en la bardilla.
.
El grupo escultórico de Eslava se hace más universal si cabe ante la grandiosidad del mayor preámbulo logístico de la Carmona de todos los tiempos: El Arrabal. Entre reminiscencias de plaza de mercado decimonómico, hospedería y noviciado, las túnicas de luto y el esparto penitencial dan pinceladas patrimoniales.
Aquí no falta nadie para disfrutar de cultura, arte y fe. La arteria se ensancha cargada de azahares y de aromas inconfundibles. Hay palco privilegiado para los que nos llevaron de la mano por San Pedro, por el Paseo, por la Alameda... Bajo la torre giraldilla, rememoran, en primera fila, su ayer con la amplitud de una vida que sigue latente de acera en acera.
La procesión se adentra en la ciudad amurallada. Cae la noche con guiones preconcebidos por la carrera oficial. El mercantilismo devora la esencia de un itinerario sinigual reconvertido en terrazas de ocio y pasarela. Buscamos el reencuentro con las raíces, con aquellas que crearon arte para el arte. Y la encontramos. De vuelta a casa, por calle Oficiales (Prim), por donde aprietan balcones entre campanarios, 'Soledad franciscana' hizo sublime el palio de Angustias. El concierto no quedó ahí. Como un adiós a la estela de imagineros carmonenses, buscando el barrio de San Francisco, de regreso a la Casa de Antonio Eslava, la 'Madrugada' desplegó toda su armonía sinfónica bajo los arcos de la Puerta de Sevilla. Sublime. Volvemos para casa, la de Antonio. Camino abajo, en busca de la espadaña, la que vigila el recuerdo infantil: "... monotonía de lluvia tras los cristales..."