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Sonaron a duelo las campanas de Santa María sobre el mediodía de ayer. El luto se hizo notar en la indumentaria general de los carmonenses cual liturgia popular por el cardo máximo. En las calles de las antiguas collaciones, la cofradía del Desamparado, ponía jornada de réquiem a toda la ciudadela. Era el anuncio del final para un guión con dos misterios que llegaría al atardecer: San Pedro y Nuestro Padre, así se establece de tiempos inmemoriales. Al paso por la lonja de San Bartolomé la imagen arquitectónica de la fachada invita a la visita, con un obsequio de entrada, una flor de iris; presente en todas las primaveras.
Ante los pasos que comparten las bóvedas de San Bartolomé -hermandades del Nazareno y Santo Entierro- sus hermanos mayores: Francisco García Ba y Antonio Naranjo. El primero, estrena cargo en la nueva Junta de Gobierno de la hermandad que "vive ilusionada los prolégómenos de la estación de penitencia". Y señala, como novedad en el cortejo "los estrenos que no pudimos sacar el pasado año por motivo de la lluvia: la cruz de guía y la recuperación de dos elementos que figuraban en las antiguas procesiones de Carmona: el pajineta y un angél, que portarán las sentencias". El segundo cofrade asumirá responsabilidades en la procesión que sale, hoy sábado, coincide en "la ilusión y ganas de nuevo de un Sábado Santo; con la tranquilidad y certeza de que el trabajo está hecho. Durante todo el año, la hermandad ha trabajado y está viva". Como ejemplo reciente apunta: "Anoche había cincuenta hermanos es una puesta de flores que se realiza con suficiencia con tan sólo cuatro. Una alegría contemplar esta vivencia de hermandad".
Por el Arrabal las túnicas blancas de San Pedro, cuasi en formación, dan apuntes de familiaridad en el Paseo del Estatuto. Son las herederas de aquella corporación que plagó los bulevares proximos de tal gentío que era imposible transitar sin bulla durante una época nostálgica para el gran día primaveral. Ayer, la nueva generación quizás siga en busca de la luz que atraviesa la Puerta de Sevilla, aunque con matices del atardecer.
Mientras la joya cofrade de San Pedro, flanqueada de monumentalidad, inspiraba momentos en Plazarriba, por la lonja de San Bartolomé se hacia silencio para El Silencio en busca del sendero de las seguidoras de sor Ángela. La saeta volvió a poner cántico desde el balcón de toda la vida: "Miradlo, por allí viene / con la túnica morada / la sien ceñida de espinas / y la cruz sobre la espalda".
De nuevo el foro se convierte en cómplice de la leyenda, de confabulaciones terrenales, de contrastes entre emoción y devoción, entre pasiones y tradiciones, entre negocio y solidaridad, entre justicia y caridad... El Galileo llega a Plazarriba sobre unas andas de arte vanguardista que pone proa avante para andar sobre la mar. Y frente a la antigua Audiencia alguien recordó la saeta popular: "¿No hay nadie que me ayude a llevar / este leño tan pesado / que llevo el hombro molido / y el cuerpo descoyuntado?
Nadie escuchó el lamento. Camino del Palenque alguien buscó al Cirineo; aquel que tantas veces vimos arriba echando una mano al Nazareno. Quizás vuelva pronto. Falta hace, no sólo uno, sino cientos. Desde el Real a Santiago. Desde Santa Ana a Villa Rosa. Son las doce de la noche, de nuevo arrecia el viento. Por la ojiva de San Bartolomé y el pórtico de San Pedro se recogen ya los nazarenos, de colores blancos y negros, a la espera que se rasgen, en dos, las cortinas del templo.