Siempre es atractivo descubrir aquello que surge de la iniciativa popular, sobre todo, si se trata de trasladar conocimientos novedosos relacionados con Carmona en materia antropológica. Tal seducción tiene el trabajo difundido recientemente por el amigo Valentín Pinaglia, “el Lotero”, tal y como a él no le disgusta como apodo, sobrenombre o mote; circunstancia en este caso por su cualidad profesional. Como “amante de todo lo nuestro” –así me dedica el autor un ejemplar de la monografía- toca responder con gratitud al detalle con rúbrica incluida. Sean apodos, sobrenombres o motes –me inclino más por la tercera denominación por cercanía coloquial- el listado da para todo lo que desee el lector. Lo mismo pudiera ser materia emprendedora para divertimento de mesa, como para pasatiempo de acertijos o juego de rol sin fantasía nominal. Y, como no, para un texto de cuasi ficción como el que sigue.
El Anchoíta, el Borrachín, el Cacerola y Charabasquín formaron parte de la nómina de furtivos que fueron identificados en las cercanías de las “Chozas de la Venena”. Según el informe del Paliza -el partiario-, los cuatro tomaron camino de “Cerro Gordo”, donde se les perdió la pista gracias a que el Baticola le dio refugio por “Azanaque”. Otros, como el Gorri, el Jeringo y el Tomatera supieron poner los pájaros a buen recaudo por “Las Lagunillas”. Sin embargo, el Marranito, que no se deshizo de las alperchas, cantó la gallina en la casilla nada más que Hiro-Hito –el municipal- le enseñó de lejos la baticola de guardia. Allí pasó la noche, entre rejas, acompañado del Zampabollo, el Vareta, el Rucho y el Peíto, protagonistas de una cuestión en la taberna “El Tobogan”, sita en la calle Prim. En el calabozo de al lado, Pastora la Castañita roncaba a tutiplén tras declarar sobre el incidente habido en el puesto de castañas que gerencia en el Paseo Príncipe de Vergara, donde lesionó con un palo al niño Angelito el Avispa, sobrino del Abejaruco.
Para una tarde gris, de mesa camilla con copa, badila, cisco y picón de la Carbonera, la tertulia se entretiene ajustando motes singulares con pleno en aciertos. El primero en lanzar el órdago es Catapún, que invita a memorizar a vecinos relacionados con el rostro como referente. Comenzó con Caraculo, propiciando risas generalizadas. Le siguió Caracorcho, Carapapa, Caragato… hasta poner más de una docena, con Carantigua como remate patrimonial. El segundo listado lo sugirió Pavana, el concejal, con una propuesta de parroquianos con sobrenombres del gremio. Con un trío se lució el Vistalarga, nombrando a el Tolodebe, el Tolosabe y el Toloquiero. Un tercer contertulio, Nabodoble, con ganas de cachondeo, suscitó interés por rebuscar motes con carga erótica. De ahí, inició el listado con parientes próximos, como Nabogordo, Nabonegro y Cipote, entre otros que hicieron las delicias entre enaguas.
“Apodos de la Ciudad de Carmona”, da para todo tipo de recreación, incluso como apuntaba arriba, para personajes de juegos de rol: Lenguafría y la Pava buscaban refugio por la calle Orden, tras divisar en la esquina del Cementerio a la Navajera, lugarteniente de la Mellá. A refugio del Torno de las Descalzas, se dieron de frente con la Muerte y la Misterio a las que pidieron ayuda ante un posible altercado. Las cuatro alcanzaron la calle de la Cárcel por donde el Grillo canturreaba arriba desde su celda. Raudas, decidieron seguir por Carruaja y Beaterio hasta alcanzar el Postigo. La luna desplegó su escudo protector. La Guadaña descansó aquella noche, mientras el Lotero registraba a las protagonistas en el alma popular de Carmona.