Romería: 100 años, del blanco y negro al color

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Romería: 100 años, del blanco y negro al color


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     En cien años da para nostalgia y media, sobre todo para recordar los buenos momentos de fiestas. Y una de ellas, es la romería de Carmona, cuya invención, allá por septiembre de 1925, han celebrado, hoy, los romeros carmonenses como si no hubiese transcurrido el tiempo. No obstante, notables diferencias entre aquellos primitivos años y los contemporáneos quedan reflejados en las fototecas, tanto oficiales como particulares.

      A falta o exceso de color, protagonistas de antaño y actuales se dieron el relevo generacional por el itinerario que cumple tradición allá abajo en el antiguo convento de los Jerónimos, hoy ermita de Gracia.  Ahora desde el Real, antes desde el Paseo Príncipe de Vergara, la comitiva emprendió camino con los mismos argumentos: para unos devocionales, para los más, como divertimento y, para otros, una combinación perfecta entre ambas propuestas.

      Hoy tocaba aniversario centenario por lo que la crónica viene marcada con una visión distinta, como si en cada recodo del trayecto brotasen imágenes y escenas en reedición. Así, por el Arrabal, los trajes de flamencas más rocieros que feriales, ponían imperturbable sello juvenil frente al palco presidencial de la ancianidad. A dos pasos, Juan Pecador, marcaba desde su pedestal el signo a seguir en el peregrinaje; un perfil que entre aguijadas de boyeros no pasó desapercibido al objetivo.

 

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      Una marcha militar suena bajo el arco de la Puerta de Sevilla. Quizás el compás de exaltación bélica de la banda de música no compagine con la tropa de a pie, salvo por el escenario de la fortaleza. No obstante, la festividad hace alegre música universal un poco más atrás de la caravana en un remolque familiar, donde una melodía pone tempo adagio con “Volare”. Y arriba, en Plazarriba, "Nel blu dipinto di blu" ponía bóveda para que el templete recibiera la pincelada de una petalada por Santa María. 


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   Si una puerta, la de Sevilla, da entrada triunfal a su gente, la de Córdoba la despide y se abre de manera definitiva para el reencuentro de caminos. La tierra dio paso el alquitrán y la atalaya de Pedro I se transformó en hospedaje para el turista. El cruce entre el Camino Viejo y el de la Ermita se bifurca con publicidad añadida. No importa la transformación mientras el paisaje siga siendo el mismo y el santuario se mantenga como faro de creencias. 

  Desde el escarpe divisamos el último tramo antes de que el campanario dé la bienvenida a los romeros. Bajan lentamente como si las prisas rompiesen la armonía que requiere la ocasión. El sol ha sido benévolo tras semanas de ardiente protagonismo. A pesar de ello, las caballerías buscan refresco en una vaguada que palmo a palmo requiere permanente atención patrimonial. Las carretas llegan a su destino. Los vítores reiteran pasiones centenarias, mientras el peregrinaje busca acomodo a la sombra en parcelas delimitadas con rigurosa privacidad. Hora de asueto, de intercambios gastronómicos y de protocolos más o menos simulados. Cien años no son nada en la evolución antropológica de la comunidad carmonense. Su romería es y será un fiel reflejo más del espíritu del pueblo descrita por aquel escritor y poeta carmonense coetáneo del festejo que "echó su alma a rodar por la ladera".

Cccp


Final