Hay tradiciones populares que ocultaron esencias artísticas por falta de conocimientos en la materia, por desidia, o por ambas cosas a la vez. En Carmona, los representantes municipales prosiguen desde hace décadas un sendero similar a sus antecesores, salvo excepciones, en cuanto a oferta de calidad cultural, y dentro de este amplio espectro, el de la pintura.
Se cumplen esta novena o, si prefiere como término, el de estas fiestas patronales, la LXXVIII edición del Certamen o Premio Nacional de Pintura “José Arpa”. Desde aquellos inicios en los pasillos del Ayuntamiento convertidos en pasacalles sin más, a la actualidad en lugar acogedor, sin aglomeraciones y reminiscencias carcelarias, ha llovido mucho, hasta con dana incluida. Hoy, sin grandes alardes de conocimientos pictóricos, nuestro crítico en la materia nos señala que la presente edición de la novena tiene mucho arte y, además con plus incluido.
Como primer punto de interés centramos la vista en los Bajos del Ayuntamiento, un espacio recuperado también hace décadas por gente clarividente y renovadora. En sus paredes, una ola de contrastes polifacéticos nos envuelve sin necesidad de esfuerzo academicista. “Desde mi ventana”, de Javier Varela, hasta “XXL-K “, de Ángel Algueró, una amplia gama de estilos y técnicas pictóricas hacen posible recrearse en un mundo en el que el arte de actualidad se destapa sin rubor para todo tipo de espectador. Como parte de ente popular, me recreo un poco más en la visión del “Romancero gaditano”, de Pepe Baena. No obstante, dejamos constancia gráfica del fallo de un jurado especializado que señaló a los premiados en la presente edición, y del que dimos reseña explícita recientemente: (pinchar aquí).
No lejos del lugar -entre turistas de vestimenta colorista y colectiva -que también tiene su arte- nos desplazamos al Museo de la Ciudad para disfrutar de un plus de novena con mayúsculas. Se trata de la exposición denominada “Cuando prenden las luces”, en la que el artista carmonense Fernando García nos regala una muestra de su arte en superlativo, comisariada por Diego Blázquez. Si en los Bajos del Ayuntamiento, las luces destellan a borbotones, en la sala del Marqués de los Torres, donde expone Fernando, las luces son absorbidas en cada pincelada de manera magistral por el pintor.
Así, desde una visión en altura, de azotea, soberao y escarpe, la Carmona nocturna prende, una a una en la obra, con retazos tan monumentales que hacen del conjunto una visión patrimonial sin precedentes. Desde el Cenicero, desde el Almendral, desde el Alcázar, Fernando García funde las luces naturales, entre el atardecer y la noche, con las artificiales que brotan desde las plazuelas para reafirmar contrastes con un lenguaje plástico de cátedra artística. En plena visión del conjunto, jóvenes espectadores, nos apuntaban opiniones personales y preferencias sobre la exposición: “Impresionante. Con matices en cada obra que hacen difícil la elección”. Tomo nota.