EL MATACÁN: La post novena

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La post novena


548662119 17892700758321839 317689853389699622 n      Se van las fiestas patronales. Así se despiden las que de toda la vida se les llamó en contracción: la novena. No es matacán repetitivo, sino engarce del anterior con el que anunciábamos el acontecimiento centrífugo con epicentro popular en intramuros. Por tanto, llegan las despedidas, aunque, de un tiempo no muy lejano, el coletazo final del festejo ha ido decayendo con término desierto en cuanto al círculo concéntrico que dice adiós hasta el Adviento. 

     El adiós es más bien un hasta luego, salvo para los vecinos que sólo ensartan camino una vez al año, desde el barrio hasta la que algunos emigrantes natales de Carmona, ya de mayores, llaman Plaza Mayor. No es invención, por lo que dejo muestra textual: “Lo divertido fue que el partido lo jugamos en la mismísima Plaza Mayor de Carmona durante las Fiestas Patronales que justo están teniendo lugar este fin de semana” (Andrés Jiménez Jimix)

      

Doble

     Curiosa la constancia gráfica por la evocadora imagen que nos alcanza más emociones sentimentales que históricas, sobre todo para los que pasamos en su día por el trance de la migración interior. Los que se alejaron más allá de los Pirineos, podrán ampliar emotividad en superlativo. A tenor de la evolución del hecho de tanto carmonense desplazado fuera de nuestro pueblo en busca de mejorar condiciones de vida y proyectos, la novena siempre será elemento antropológico sine qua non para el recuerdo. Sin entrar en detalles nostálgicos, propiciados por la edad o por las circunstancias de la ausencia, el fenómeno migratorio nos ha devuelto como bumerán una etapa cercana en la que Carmona tuvo como referencia el distrito barcelonés de Gracia, en lo festivo, y la Plaza Lesseps, en lo espiritual.


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       Memoria, memoria y memoria; claves para entender el presente, por mucho que determinados poderes quieran borrarla, mientras se auto graban inscripciones en piedra y leyendas nominales a modo de epitafio político. Memoria en Plazarriba, en el Paseo, en la Alameda, para cuantos en la lejanía intentan tocar, como en el fresco de la Sixtina, el episodio de la chispa de la vida en conexión con su tierra natal. Toca la hora del post, del después, aunque parezca que el tiempo no pasa, como en el reloj de Santa María. Pero pasa. Las manecillas de la esfera permanecen quietas arriba en el campanario. Bajo las bóvedas, la quietud y el silencio sólo se rompen a modo de salve dual en repetitiva rogativa de despedida. 

    

Prim

     Por Vendederas, las luminarias ponen fin a su descarga temporal para dar paso y protagonismo a las vecinas de reminiscencia fernandina. La tómbola echa persiana ilusoria de azares infantiles. Plazarriba vuelve a ser Plaza Mayor para foráneos y emigrantes. Plazabastos se despoja del campamento cofrade. Prim se alivia del trasiego y pasarela. El Palenque recupera su exclusividad medieval y andalusí. Por Blas Infante, el Arrabal despliega por fin soberanía y supremacía andalucista. El epílogo de las fiestas patronales abre un nuevo capítulo en el que lo cotidiano sirve de argumento hasta la próxima anualidad. Aún queda un último eco que a modo de balada se cuela entre almenas: “Hoy estoy buscando la mejor manera de decirte adiós”, como tantas veces hice a la espera del otoño gris, en buena lid, camino del Anfiteatro.